domingo, 27 de julio de 2014

La niebla y la doncella


A veces, uno tiene ganas de viajar. Por la razón que sea, está harto del lugar donde vive y le entra el barrunto de que le hará bien cambiar de aires... Otras veces, la perspectiva de viajar se antoja inoportuna y desanlentadora. En definitiva, uno se va a otra parte y el mundo sigue siendo el mismo, porque es él mismo, el que lo mira, y lejos de casa ni siquiera se tiene el consuelo de las pequeñas cosas familiares que le ayudan a uno a construir la ficción de que sabe dónde está y por qué.


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